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jueves, 3 de junio de 2010

Así ‘Gobernaba’ el PRI… (y Amenaza con Volver) Parte III y Última

Por OSCAR A. Reyes Rodríguez

CARLOS SALINAS DE GORTARI Y EL ESPEJISMO MEXICANO
Poco después de las seis de la tarde, el entonces secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid, Manuel Bartlett Díaz, avisaba que los modernísimos equipos de cómputo adquiridos para que la información fluyera ‘minuto a minuto’, habían fallado, por lo que el sistema ‘se había caído’. Se había vaticinado que a esas horas ya se supiera quién había sido el vencedor de aquellas elecciones del 6 de julio de 1988. Anteriormente se estilaba que el Partido Acción Nacional (PAN) fuese el opositor natural del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ahora se había ‘colado’ un tercero y que literalmente había sido el de la discordia: Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del General Lázaro Cárdenas, y al que las organizaciones de izquierda se le adhirieron.
Por el PAN, el empresario Manuel J. Clouthier ponía en aprietos al candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, ex secretario de Planeación y Presupuesto en el sexenio de Miguel de la Madrid, además de haber sido alumno de éste.
Así que el resultado oficial tenía que esperar. Los primeros resultados capturados habían sido los de la Ciudad de México y los del Estado de México, en donde la ventaja favorecía a Cárdenas. El gobierno mexicano no estaba preparado para una situación de ese tipo, pues estaba seguro de ganar con todo lo que ya se había ‘mapacheado’ durante la jornada electoral. Pero no. Una versión de los hechos, dice que Joseph-Marie Córdoba Montoya -aquel francés de padres españoles y nacionalizado en tiempo récord como mexicano- había orquestado una estrategia. Había llamado a Fidel Herrera (actual gobernador de Veracruz), a Patricio Chirinos y a Marco Antonio Bernal para discutir lo ocurrido. De esa discusión surgiría la idea de desconectar el sistema de cómputo y de resguardar con seguridad férrea el cuarto donde éste se encontraba, en lo que se veía la magnitud del daño y sobre el proceso de ‘modificación’ que había de llevarse a cabo.
Para sorpresa de todos, los candidatos opositores: Cárdenas, Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra, acudieron a la Secretaría de Gobernación: llevaron el ‘Llamado a la legalidad’, en donde además denunciaban que se estaba orquestando un fraude electoral. Bartlett, conciliador, les dijo que entendía sus suspicacias, y que en la madrugada, ahora sí ya iba a funcionar el sistema. Sin embargo, una semana después se dieron los resultados oficiales: Carlos Salinas de Gortari 50% (10 millones de votos); Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano 31% (seis millones de votos y Manuel J. Clouthier 17% (tres millones de votos).
Así, en medio de movilizaciones que reclamaban el fraude electoral, respaldado por periodistas como Jacobo Zabludovsky, Héctor Aguilar Camín, Raúl Trejo Delarbre. Y por si fuera poco, el hasta entonces eterno Fidel Velázquez sentenció el final del conflicto electoral, cuando la interpelación de Cárdenas, Clouthier e Ibarra de Piedra fue rechazada. “Quisieron interpelar y se la interpelaron”. Y el 1 de diciembre de 1988, Carlos Salinas tomaría posesión como presidente de la República. Le decían que “sería legal, pero no legítimo”. A él no le importaba. Era el presidente de México y ya.
Ese 1 de diciembre fue un día tenso. El Palacio Legislativo de San Lázaro fue un bunker, pues estaba rodeado de policías, granaderos y militares; ese despliegue de fuerzas al mero estilo priísta para disolver cualquier protesta “que atente contra la nación”. Casi a las 11 de la mañana, Miguel de la Madrid fue saludado con rechiflas por los diputados de la oposición, quienes sacaron pancartas con leyendas como “MMH, sexenio de fraudes”. Poco después llegó Carlos Salinas de Gortari que fue recibido con abucheos y gritos como “sólo el pueblo legitima” o “fue un fraude cabrón. No nos impongan a este pelón”.
Los testigos de tan pintoresca escena fueron los mandatarios Fidel Castro, de Cuba; Raúl Alfonsín, de Argentina; Manuel Esquivel, de Belice; Virgilio Barco, de Colombia; José Napoleón Duarte, de El Salvador, y Daniel Ortega, de Nicaragua. También estaban los ex presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, además de varios jerarcas de la curia católica, encabezados por Girolamo Prigione y Adolfo Suárez Rivera, lo cual indicaba que las relaciones entre la Iglesia y el Estado podrían normalizarse prontamente.
En su discurso de toma de posesión, dijo que su gobierno estaría regido por “tres grandes acuerdos nacionales”: la ampliación de la vida democrática (una nueva reforma electoral); la recuperación económica (“la prioridad ya no será pagar, sino volver a crecer”, dijo) y el bienestar popular. Sin embargo, dijo que la austeridad continuaría y se seguirían privatizando paraestatales no prioritarias. Dijo que lucharía contra la marginación social, y por ello impulsó ahí mismo el Programa Nacional de Solidaridad Social, el distintivo de su gestión. Así comenzaba Carlos Salinas.
Las propuestas no fueron recibidas ni abucheadas. No importaron, pues. La gente estaba aún resentida por lo que ellos consideraban un fraude flagrante. Por ello, Carlos Salinas tuvo que echar mano de una estrategia mediática y espectacular: el encarcelamiento de ‘chivos expiatorios’ que dieran el mensaje de que vendrían verdaderos cambios.
Así que se ordenó la aprehensión del millonario líder petrolero, Joaquín Hernández Galicia, ‘La Quina’. Había motivos suficientes para encarcelarlo: se había enriquecido a expensas de Pemex, había sido feroz crítico de Miguel de la Madrid, y además se había peleado con Carlos Salinas cuando éste estaba en Programación y Presupuesto. Era el candidato ideal para ser encarcelado y dar la señal de que los cambios vendrían.
Un aliado importante para Salinas de Gortari fue, sin duda, la televisión. Fue el primer presidente en salir en horario estelar, y dar discursos emotivos, teatralizados, para que fueran convincentes. Así dio a conocer la necesidad de privatizar Telmex, Imevisión, la Banca mexicana y de los beneficios del Tratado de Libre Comercio (TLC) que sería signado con Canadá y Estados Unidos.
“De firmar este Tratado, créanme, compatriotas mexicanos, pronto, muy pronto, menos de lo que se imaginan, estaremos al nivel de las grandes potencias mundiales. Por eso, vengo ante ustedes no a avisarles, sino a consultarlos y me den su aprobación para llevar a cabo este Tratado en donde, sin duda, los beneficiados seremos todos los mexicanos”, diría en un efusivo mensaje a la nación, para anunciar que firmaría el TLC.
Lo que no decía por televisión, eran las represiones de mineros en Cananea, que pedían mejores condiciones laborales y aumento salarial del 60%. La respuesta fue la declaratoria de quiebra de la compañía minera. Los militares tomaron las instalaciones y encarcelaron a más de 25 mineros. Lo mismo pasó con el ingenio azucarero El Mante.
Así se dio el cierre de empresas, en donde se liquidaba a todo el personal, y luego se le recontrataba en condiciones desventajosas. Samuel Ruiz, el Obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y oriundo de Irapuato, había dicho que “Salinas no pide permiso. Salinas actúa, guste o no”. Y así lo iba haciendo.
Carlos Salinas de Gortari designó a Ramón Aguirre como Director General de la Lotería Nacional. Desde este cargo, Aguirre empezó a promover su candidatura para gobernador de Guanajuato, Estado de donde era oriundo. Y aunque llevaba muchos años fuera de la entidad y se encontraba totalmente desconectado de sus problemas, finalmente -el 28 de febrero de 1991- fue oficialmente declarado candidato a gobernador, iniciando lo que sería una ríspida campaña electoral, donde enfrentaría a Vicente Fox del PAN, y a Porfirio Muñoz Ledo del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Las elecciones del 18 de agosto de 1991 dieron el triunfo a Ramón Aguirre; sin embargo, el candidato del PAN, Vicente Fox, reclamó el triunfo para sí, y denunció un fraude electoral. Ante las protestas y la radicalización de la situación, el presidente Carlos Salinas obligó a Ramón Aguirre a declarar que “aunque había sido declarado gobernador electo, no se presentaría a tomar posesión del cargo”. Ante esta situación, la Legislatura de Guanajuato designó gobernador provisional al alcalde panista de León, Carlos Medina Plascencia, en medio de cuestionamientos que acusaban al presidente Carlos Salinas de Gortari de haber negociado esa plaza a favor del PAN, para obtener futuros favores.
Las cifras macroeconómicas le cuadraban a la perfección al gobierno mexicano, y el Producto Interno Bruto fue de 3.3% en 1989, de 4.4 en 1990, y de 3.6 en 1991. Sin embargo, ese crecimiento no se vio reflejado en los bolsillos de la clase trabajadora, que se había puesto feliz porque el IVA había bajado del 15 al 10% pero, para compensar eso, la gasolina subió un 55%, por lo que no se notó mejora alguna en la economía ‘de los de a pie’. También subieron los precios de la luz, el agua, el teléfono, transportes, servicios públicos. Todo eso originó que, como ‘efecto dominó’, todo subiera.
Sin embargo, todo era bonanza para el gobierno mexicano que, a decir verdad, no le estaba yendo tan mal como a sus antecesores. Por eso, Carlos Salinas se daba a la tarea de mandar a sus ‘acarreados’ notas para que las memorizaran y las dijeran en sus visitas. Así ocurrió en La Laguna, cuando un grupo de agricultores le dijo: “Señor Presidente, usted está haciendo un muy buen trabajo ¿por qué no se queda otros seis años más?”, A lo que Salinas contestó “¿a ustedes les gustaría? Yo soy respetuoso de las leyes. Si las leyes lo permitieran, con gusto serviría a mi país otros seis años. Al día siguiente, su asesor personal, José María (ya se había cambiado el Joseph-Marie, para verse más mexicano) Córdoba Montoya repartió un texto donde se analizaba la propuesta de Plutarco Elías Calles para permitir la reelección de presidentes de la República. “Salinas es el César mexicano”, tituló el periódico ‘El País’ de España, al saberlo.
Pero todo lo que sube, tiene que bajar. Y así como la economía mexicana subió a números jamás pronosticados, también cayó a niveles más bajos que las anteriores crisis. La situación mexicana se agravaba. En 1993 el narcotráfico comienza a hacerse notar más fuerte, y en un enfrentamiento -hasta ahora no aclarado- muere el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Y aunque fue aprehendido Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, los hermanos Arellano Félix se fueron fortaleciendo en Baja California. El narcotráfico dejó de ser regional, y poco a poco se expandía a otros lares donde no había estructuras criminales, lo que provocó enfrentamientos armados.
El narcotráfico pronto creció a niveles inesperados, gracias a la corrupción y colusión gubernamental. Se fortaleció el narco en la zona fronteriza, y se adueñó de esa plaza. Surgen nuevos cárteles que se reparten y a veces se disputan el terreno, todo bajo la complicidad gubernamental.
En 1994, el candidato presidencial por el PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta, es arteramente asesinado. Las sospechas apuntan hacia el mismo Carlos Salinas como autor intelectual del asesinato. Ese mismo año, el 1 de enero, entra en vigor el TLC, pero también se levantan en armas indígenas chiapanecos que exigen no ser olvidados en el nuevo México que el gobierno mexicano quiere hacer al firmar Tratados con los estadounidenses. Se producen enfrentamientos donde el blandengue ejército indígena es avasallado por el poderío militar mexicano. Carlos Salinas es criticado en espacios nacionales e internacionales. Y ese mismo 1994 se da la devaluación del peso, la caída de los precios del petróleo, la fuga de capitales… A Carlos Salinas le urge que su sexenio termine. Después de haber soñado con la reelección, ahora soñaba con que su sucesor no lo tomara como ‘chivo expiatorio’.
Carlos Salinas deja una ‘bomba’ de tiempo a su sucesor, Ernesto Zedillo, a quien a los pocos días de haber tomado posesión le ‘explota’ la bomba llamada ‘el error de diciembre’ o el ‘efecto tequila’, que lleva a México a una de sus peores crisis hasta ese momento. ¿Qué haría Ernesto Zedillo al respecto?

ERNESTO ZEDILLO PONCE DE LEÓN, EL
ÚLTIMO PRIÍSTA O ‘EL ESLABÓN PERDIDO’
El primero de diciembre, un apurado Carlos Salinas le entregó la banda presidencial a Ernesto Zedillo Ponce de León. Salinas no dudó y tomó un avión TAESA -con cargo al erario- y se dedicó a viajar por Sudamérica para pedir el apoyo de los presidentes de esa región para que lo apoyaran en su candidatura para presidir la Organización Mundial del Comercio.
En cambio, lo primero que hizo Zedillo, antes que nombrar su gabinete de manera total, el 20 de diciembre de 1994, 19 días después de su toma de protesta oficialmente, devaluó el peso en un 15%. El gobierno mexicano fue regañado por el estadounidense, por haber informado a sus amigos de que vendría la devaluación. Así, muchos especuladores compraron dólares y otros, como Televisa, cambiaron su deuda a dólares, justamente dos días antes de la devaluación.
Zedillo no sabía qué hacer, e hizo lo que sus antecesores estilaban: dar un golpe espectacular. Y fue tan espectacular, que se enfrascó en una disputa con el ex presidente Salinas. El presidente Ernesto Zedillo encarceló a Raúl Salinas de Gortari, hermano del ex presidente, acusado de ser el autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, en un hecho que se convirtió en morbo nacional por involucrar a brujos, cadáveres y exhumaciones. Los indicios decían que el autor había sido Raúl Salinas, porque maltrataba a su hermana Adriana cuando era esposa de Ruiz Massieu; porque cuando éste fue gobernador de Guerrero, le estropeó varios negocios, además de que le ganó el puesto de candidato a Manuel Muñoz Rocha, amigo íntimo de Raúl Salinas. Sea como fuere, el ‘hermano incómodo’ fue apresado. Ese fue el golpe mediático que Ernesto Zedillo dio para contener las críticas y distanciarse de su antecesor.
Al encarcelar a Raúl, el presidente Zedillo se enfrentó duramente con Carlos Salinas: mandó a una docena de ‘guaruras’ a rescatar a su hermano, quien fue atrapado con engaños en casa de su hermana Adriana. Ahí se dio una ríspida disputa que por poco se enfrentaban a balazos los ‘guaruras’ y los elementos federales. Carlos Salinas habló a Televisa y TV Azteca, para denunciar que lo querían desprestigiar al culparlo por la crisis económica y por el asesinato de Luis Donaldo Colosio. En ese momento, su espíritu rebelde -contestatario e izquierdista- le brotó al ex presidente, y montó una cómica huelga de hambre en una casa humilde en Monterrey.
Zedillo lo mandó llamar al instante, y negociaron que Carlos Salinas sería eximido de toda responsabilidad en el caso Colosio, a cambio de que su hermano Raúl se quedara en la cárcel, y que el mismo Carlos Salinas se fuera del país a beberse sus vinos de Burdeos cosecha 1948, que tanto le gustaba presumir, a otra parte. Salinas rompió así su huelga de hambre a las 24 horas de haberla empezado. Después se fue a Estados Unidos, donde no pudo quedarse. Tampoco pudo radicar ni en Canadá ni en Cuba. Finalmente decidió irse a Irlanda, desde donde monitoreaba el ‘salinismo’ ya sin Salinas.
Por su parte, Zedillo se hizo de sus demonios propios con la matanza de indígenas en Acteal y Aguas Blancas. Ni un detenido, a pesar de haber 65 muertos en ambas masacres.
Por si fuera poco, en marzo de 1998, la Administración de Ernesto Zedillo envió al Congreso un paquete de cuatro iniciativas para crear un marco legal que redujera las posibilidades de una nueva crisis bancaria, así como para crear mecanismos más eficientes de supervisión a las actividades crediticias y facilitar la capitalización de los bancos. Con el objetivo de exigir mayor disciplina en la administración del sistema bancario, Zedillo propuso la creación del Fondo de Garantía de Depósito (Fogade), instancia que protegería el dinero de pequeños y medianos ahorradores, e involucraría al Poder Legislativo en la tarea de supervisar los bancos. Asimismo, propuso la instauración de la Comisión para la Recuperación de Bienes, cuya función consistiría en recuperar, administrar y enajenar bienes y derechos que el Fondo Bancario de Protección del Ahorro (Fobaproa) y el Fondo de Apoyo al Mercado de Valores (Fameval) adquirieran como resultado de la crisis.
La propuesta que causó mayor controversia y orilló al Congreso a ordenar una auditoría al Fobaproa, fue la de convertir en deuda pública los pasivos de dichos fondos que sirvieron para asistir a los bancos, cuyo monto ascendió a 552 mil millones de pesos. Gracias a esta ayuda gubernamental, falsos banqueros recibieron recursos millonarios del gobierno, dinero que es deuda pública y aún sigue pagándose.
Llegaba así el final del gobierno de Ernesto Zedillo. Luego de su último Informe de Gobierno, las corrientes críticas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) ratificaron su decisión de entablar un juicio político contra el presidente Ernesto Zedillo, y presentaron un texto que entregarían a la Cámara de Diputados, endilgándole calificativos como ‘presidente débil’, ‘político de bajo perfil’ e ‘incapaz’.
En conferencia de prensa, integrantes de ‘Corriente Crítica’ y ‘Democracia 2000’ resumieron el Sexto Informe de Zedillo como un “elogio a la mediocridad”: lo calificaron con cero en su actuación política, y destacaron que el presidente merecía ser enjuiciado políticamente y expulsado del partido, por dejar un país más empobrecido, con crímenes sin aclarar, y con funcionarios involucrados en casos de corrupción.
“No es Zedillo el demócrata que definen los palabreros de Los Pinos. No es el estadista que califican los que se van continentalmente con el siglo de la política internacional. No es más que un gris, anodino y mediocre político, que el 1 de septiembre (día de presentación del Informe) hizo el elogio de la deslealtad y el vituperio.
“Por otra parte, la pérdida de la Presidencia fue consecuencia de una endémica y errática conducción política que hoy se ve sustituida por la hambruna de la ambición política de (los líderes del PRI)", dijo el texto que presentaron los priístas.
Con Zedillo vino el fin del PRI. El fin de 72 años de gobierno revolucionario, donde las demandas de la propia Revolución Mexicana no fueron satisfechas. Siguió habiendo igual o más pobres, campesinos sin sus tierras, obreros sin sueldos acordes a su trabajo, y no hubo plena libertad a las garantías individuales, pues siempre había el miedo de ser “encerrado, desterrado o enterrado”.
Algunos priístas decían que Zedillo fue el ‘eslabón perdido’ o el ‘eslabón que no soldó la cadena del PRI hacia otros 6 años más de gobierno’. El 1 de diciembre de 2000, Vicente Fox daba por terminado aquello que Mario Vargas Llosa llamó la ‘dictadura perfecta’, donde el PRI a veces daba ciertas libertades y a veces reprimía con toda su fuerza, pero de una manera sutil, para que la población entera no se le volcara encima.
Sin embargo, ya han confesado que tienen la intención de regresar al poder en 2012. Que harán todo lo necesario y lo que esté a su alcance para lograrlo. En caso de regresar a Los Pinos, ¿habrá madurado el PRI después de 12 años de no ser gobierno? ¿Regresará ese PRI rancio de los años 60, el PRI represivo de los 70, el PRI populista y gris de los 80 ó el PRI de las crisis de los años 90?
Dicen los que saben, que ‘árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza’.